Lo que nos dice la ciencia sobre cómo combatir las noticias falsas

Esta semana, CNN decidió retrasar la transmisión de la primera rueda de prensa oficial del secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer. Al hacerlo, la red decidió conscientemente evaluar el contenido del informe antes de emitirlo. Esta decisión es un excelente ejemplo de cómo las empresas de noticias pueden utilizar un enfoque basado en la ciencia para combatir la epidemia de noticias falsas.





Las noticias falsas están por todas partes. Con su compañero natural, los hechos alternativos, nos bombardean con historias que simplemente desafían la realidad, ya sea el tamaño de la multitud en el Día de la Inauguración o afirmaciones de que las vacunas causan autismo a pesar de un consenso científico que dice lo contrario. Estas falsedades demuestran la psicología social de los libros de texto. Tienen un poder de adherencia que es difícil de derribar. ¿Por qué?



en un Estudio 2011 publicado en la revista Media Psychology, los psicólogos Melanie Green y John Donahue dan una pequeña ventana a la psique humana que explica por qué las noticias falsas son tan poderosas. Los autores hicieron dos preguntas: (1) ¿Cómo respondemos cuando nos enteramos de que alguien nos ha engañado y (2) cambiamos nuestras creencias y actitudes cuando descubrimos que algo que leemos es falso?



Los investigadores utilizaron la asignación aleatoria para colocar a las personas en una de cuatro condiciones. Se pidió a todos que leyeran una narración. A un grupo se le informó desde el principio que la narrativa era falsa. Al segundo y tercer grupo se les dijo, sólo después de leer la historia, que la narración era falsa y se les informó que el problema era (1) un error accidental o (2) un engaño intencional. Al cuarto y último grupo no se le dio ninguna razón para dudar de la veracidad de la historia.



Los hallazgos arrojan luz sobre el impacto de las noticias falsas. Todos los lectores que se enteraron de que se les había proporcionado información falsa respondieron negativamente a la fuente de información. Pero, a pesar de enterarse después del hecho de que esta información era falsa e incluso estar molestos cuando se enteraron, los lectores continuaron siendo influenciados por los contenidos de la narración. La historia cambió las actitudes de los participantes y este cambio de actitud persistió incluso después de que supieron que habían sido engañados deliberadamente.



Los verificadores de hechos pueden sumar meticulosamente el número de puntos de Pinocho por cada artículo engañoso, pero este recuento está inherentemente limitado en su capacidad para deshacer los cambios de actitud evocados cuando los lectores se encuentran por primera vez con una historia.



Este hallazgo es importante para todos los que vivimos en una sociedad aparentemente posterior a la verdad. Sugiere que una vez que una historia sale a la luz, puede que sea demasiado tarde para retractarse o mitigar su influencia. Los verificadores de hechos pueden sumar meticulosamente el número de puntos de Pinocho por cada artículo engañoso, pero este recuento está inherentemente limitado en su capacidad para deshacer los cambios de actitud evocados cuando los lectores se encuentran por primera vez con una historia. Entonces, ¿cómo podemos neutralizar la influencia de las noticias falsas?

Usando la ciencia psicológica como base, podría haber una forma de solucionar el problema. Las revisiones post-hoc de información inexacta rara vez, o nunca, podrán negar el daño que la información falsa ya ha causado. Pero hay una manera de desacreditar preventivamente a aquellos conocidos por compartir información inexacta y las historias que publican antes de que sus mensajes se transmitan al público.



Como práctica recomendada, debemos resistir la tentación de publicar declaraciones y tweets antes de verificar los hechos. En lugar de centrarse en los hechos de cada declaración después de que se entregan al público, los periodistas pueden preservar la integridad de las noticias retrasando la presentación de declaraciones cuestionables hasta que tengan la capacidad de acreditarlas o desacreditarlas. Esto permitiría que los titulares de las noticias etiqueten claramente la veracidad de las supuestas noticias.



Es cierto que esta estrategia podría ser más fácil para el periodismo impreso, que tiene la ventaja de operar con retraso editorial, que para el periodismo en línea o las noticias de televisión en vivo. Pero como lo demostró la decisión de CNN de no transmitir en vivo el informe del sábado del secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, la industria de las noticias por cable puede cortar de manera similar el acceso directo de quienes arrojan falsedades a los oídos de quienes, sin saberlo, llegarán a creerles. Y los medios de comunicación pueden postergar los comentarios, e incluso compartir sin comentar, hasta que se haya realizado la verificación de datos. En una era de informes las 24 horas, esto es cada vez más importante.

Estamos en un punto de la historia en el que corremos el riesgo de difuminar las líneas entre la información objetiva y la fantasía y la propaganda. Es imperativo que los medios de comunicación preserven su integridad y se afirmen nuevamente como el guardián protector de las noticias reales. Para hacerlo, necesitaremos desarrollar nuevas estrategias que equilibren la velocidad con la integridad. Las agencias de noticias no deben perder su papel de primera fuente de información, pero si en esa prisa entregan información preliminarmente no comprobada, quienes pretendan engañar al público tendrán de su lado la psicología social.