Durante las últimas décadas, la experiencia nacional del crimen y el encarcelamiento ha fluctuado dramáticamente. La delincuencia aumentó entre las décadas de 1960 y 1980, pero ha disminuido desde 1990. El encarcelamiento comenzó a aumentar bruscamente en la década de 1980 y alcanzó su punto máximo en la década de 2000 antes de comenzar a caer.
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Las altas tasas de encarcelamiento durante las últimas tres décadas y media han dado lugar a una gran población de personas anteriormente encarceladas en todo Estados Unidos. Para estos estadounidenses, puede ser un desafío volver a casa e integrarse en sus comunidades al mismo tiempo que intentan reincorporarse a la fuerza laboral.
La reintegración exitosa no es solo una preocupación para quienes regresan de la prisión: también es una cuestión de seguridad pública y necesidad económica. En consecuencia, un sistema de justicia penal que enfatiza el encarcelamiento pero no apoya el viaje de regreso a casa hace un flaco favor a los anteriormente encarcelados, así como al público. Reducir la reincidencia es fundamental para la seguridad de la comunidad; Proporcionar rehabilitación efectiva y desarrollo de habilidades para los encarcelados y anteriormente encarcelados es fundamental para fortalecer los hogares y la economía.
Comprender tanto el sistema de justicia penal, en todas sus variantes estatales y locales, como las personas que interactúan con él es esencial para diseñar políticas que sean efectivas para promover una reintegración exitosa en la sociedad. Con casi 7 millones de estadounidenses viviendo bajo supervisión correccional en 2014, y decenas de millones más que han salido de la supervisión, los beneficios potenciales de las políticas de reingreso eficaces son de gran alcance.
Para crear políticas y programas de reingreso efectivos, debemos evaluar las características de la población actualmente encarcelada y la población de individuos que están reingresando a la comunidad. Estos dos grupos son diferentes en aspectos importantes para la política. Aquellos que están encarcelados están cumpliendo condenas promedio más largas, a menudo por delitos que involucran violencia. Por el contrario, es mucho más probable que las personas en libertad condicional hayan sido condenadas por un delito relacionado con las drogas u otro delito no violento.
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Los investigadores han obtenido información valiosa sobre los patrones de reincidencia. Por ejemplo, las tasas de reincidencia son más altas inmediatamente después de la salida de la prisión y caen a partir de entonces. La tendencia a que la reincidencia ocurra temprano va acompañada de una tasa sorprendentemente alta de muerte en las semanas y meses posteriores a la salida de una persona de la prisión. Estas personas enfrentan tasas muy altas de sobredosis de drogas, homicidio y suicidio (Binswanger et al. 2007). Al menos algunas, y con suerte muchas, personas recientemente encarceladas pueden recibir ayuda con programas de reintegración específicos que faciliten la transición a la vida en la comunidad. Además, la reincidencia es mucho menor para aquellos con relativamente poca interacción previa con el sistema de justicia penal. Ambos patrones sugieren formas de adaptar los programas dirigidos a quienes salen de la cárcel; por ejemplo, podría ser particularmente crítico intervenir de inmediato y ayudar a los trabajadores que vuelven a ingresar a obtener y mantener un empleo.
Las personas que alguna vez han experimentado el encarcelamiento están más desfavorecidas que las personas de la población en general. Aquellos con solo una educación secundaria o menos tienen un riesgo mucho mayor de encarcelamiento que aquellos con títulos universitarios de cuatro años, y aquellos con ingresos familiares bajos tienen un riesgo sustancialmente mayor que aquellos con ingresos familiares altos.
Cuando quienes tienen antecedentes penales logran reingresar al mercado laboral, enfrentan una experiencia muy diferente a la de sus contrapartes que nunca han estado encarcelados. El nivel y el crecimiento de las ganancias son menores para aquellos con antecedentes de encarcelamiento. Los trabajadores con antecedentes penales generalmente obtienen una tibia recepción de los posibles empleadores, quienes a menudo tienen preocupaciones sobre la idoneidad de estos solicitantes para el empleo. Para el gran número de trabajadores negros con antecedentes penales, obtener un empleo es aún más difícil (Pager 2003). Por tanto, es difícil y vital encontrar formas de desarrollar las habilidades de las personas que han estado encarceladas y comunicar su empleabilidad.
Un principio fundamental de la estrategia económica del Proyecto Hamilton es que la prosperidad a largo plazo se logra mejor fomentando el crecimiento económico y una amplia participación en ese crecimiento. Es necesario aumentar las oportunidades de los estadounidenses encarcelados y anteriormente encarcelados para que se reincorporen a nuestras comunidades como miembros productivos, tanto por motivos económicos como morales. La evidencia sólida y la investigación cuidadosa jugarán un papel importante para hacer esto realidad.
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