La Habana está alborotada por el peso del presidente de los Estados Unidos que llega a Cuba. En las horas previas a la llegada del presidente Obama, asombrados cubanos contaron historias de aviones llenos de limusinas negras y enormes Suburbans, de personal de seguridad fuertemente armado, de oficiales del servicio secreto con gafas de sol que llegaban al aeropuerto y atravesaban la ciudad.
Los cubanos han anticipado la llegada de la familia Obama con considerable alegría, pero el ambiente festivo está teñido por una cierta reticencia, un miedo profundamente arraigado a, una vez más, ser abrumado por el Coloso del Norte.
El gobierno ha negociado mucho con el equipo de avanzada de Obama para acorralarlo y limitar su contacto directo con el pueblo cubano. No habrá un gran discurso al aire libre, sino que el martes por la mañana Obama se dirigirá a una audiencia cuidadosamente seleccionada en el Gran Teatro recientemente renovado con su capacidad limitada de asientos, aunque el gobierno cubano acordó la cobertura televisiva en vivo. El presidente de Estados Unidos también se reunirá con empresarios locales, pero en un lugar restringido, y lo mismo ocurre con su reunión con la sociedad civil independiente y disidentes políticos.
El martes por la tarde, el presidente será el invitado de honor en un juego de exhibición entre los visitantes de Tampa Bay Rays (su selección de oportunidad fue por lotería) y la selección cubana. La Casa Blanca ha insinuado que lanzará la primera bola, pero esto no se pudo confirmar. En una ocasión anterior, Jimmy Carter efectivamente lanzó la primera pelota, pero eso fue durante una visita mucho después de su presidencia.
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Poner al Obama atlético y larguirucho en el montículo correría cierto riesgo para los cubanos. Supongamos que la multitud emocionada comienza a vitorear, Obama, Obama ... Aún más peligroso, imagínese si los cubanos exuberantes siguen con, EE. UU., EE. UU., EE. UU. ...
En casa, los críticos de la administración Obama dicen que ha hecho demasiadas concesiones al gobierno cubano sin reciprocidad. Cuba no está más cerca de una democracia liberal, argumentan, de lo que estaba el 17 de diciembre de 2014, cuando Barack Obama y Raúl Castro anunciaron su decisión de normalizar las relaciones diplomáticas. Pero estos escépticos pasan por alto este punto vital: al entablar amistad con el presidente de los Estados Unidos, el presidente de Cuba y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) ha hecho estallar el paradigma de seguridad nacional de larga data de su régimen organizado en torno al peligro inminente que representa un imperio hostil. El fundamento de la mentalidad del estado de sitio, la explicación del pobre desempeño económico, ya no resuena. El buró político gobernante del PCC está expuesto ante el pueblo cubano.
Por lo tanto, el gobierno está trabajando duro para persuadir a la gente de que no ha abandonado sus credenciales nacionalistas: el diario del PCC, Gramna, publicó una feroz advertencia editorial para que Obama no intente pisar su pequeña isla, no intervenga en su interior. asuntos; más bien, debe llegar como un pretendiente griego clásico con regalos. Pero nada de caballos de Troya, los cubanos son demasiado cautelosos para dejarse engañar tan fácilmente.
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El presidente venezolano Nicolás Maduro, de paso por La Habana esta semana, señaló de manera intencionada: Los corazones de los pueblos cubano y venezolano son cálidos y sinceros. No como otros que vienen con sonrisas pero esconden un puño cerrado.
En verdad, la mayoría de los cubanos desea mucho que el viaje sea un éxito. Quieren más turistas, más remesas de los cubanoamericanos que viven en Florida y Nueva Jersey. Darían la bienvenida a más comercio, más acceso a famosas marcas de consumo estadounidenses. Muchos incluso recibirían con agrado la inversión estadounidense, con la promesa de buenos empleos y mejores salarios. A todos les encantaría poder viajar libremente entre su isla y el mundo exterior, especialmente a los cercanos Estados Unidos. En resumen, anhelan la normalidad.
Y los cubanos inteligentes sienten el vínculo entre la atmósfera diplomática más relajada y la apertura gradual del espacio político tan evidente en la isla. Si bien aún no viven en una sociedad completamente abierta, los cubanos ahora están más dispuestos a expresar sus puntos de vista abiertamente, a los extranjeros y entre ellos mismos. Algunos incluso están formando agrupaciones de la sociedad proto-civil, para promover la igualdad de género, la administración ambiental, la libertad religiosa y los derechos humanos.
Al bañarse en estas nuevas libertades, a los cubanos les preocupa que algo, cualquier cosa, pueda salir mal durante la visita. En un entorno tan sometido a escrutinio, un paso en falso, una frase incómoda, una mala interpretación de la historia cubana, daría munición a los intransigentes para hacer retroceder el reloj y restaurar el viejo paradigma de seguridad nacional.
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Raúl Castro ha cimentado su propio legado demasiado cerca del joven presidente de Estados Unidos como para permitir que cualquier tropiezo durante esta histórica visita se quede de brazos cruzados mientras la visita fue torcida por sus oponentes internos. Y Raúl y sus confidentes mantienen el control de los medios de comunicación en Cuba, y el PCC pasará lealmente a lo largo de la línea del partido, como lo establece el buró político y se repite en toda la cadena de mando, hasta el nivel de distrito y aldea.
Así que la visita será declarada un éxito. Lo más probable es que realmente sea un momento maravilloso, porque Obama es la persona adecuada para extender la mano de Estados Unidos al pueblo cubano agraviado durante mucho tiempo. Los mismos rasgos por los que se critica a Obama con tanta frecuencia en casa le serán de gran utilidad en Cuba: su humildad, su respeto, su sentido de la ironía, esto es precisamente lo que los cubanos han estado pidiendo a Estados Unidos durante tantas décadas.
Los cubanos también amarán a Michelle Obama y a las dos hijas adolescentes de Obama, especialmente si Sasha y Malia son liberadas para pasear y conocer a sus contemporáneos en uno de los clubes de La Habana donde se reúnen los jóvenes; los medios y el público cubanos disfrutarán del respeto que se les brinda. a la música y la danza cubana, al cubanismo.
Obama y Castro comparten algunos objetivos y entran en conflicto con otros. Ambos desean una transición pacífica hacia una Cuba más próspera, más abierta al mundo y al comercio global. Pero difieren en el final del juego: a Obama le gustaría ver una política más liberal y pluralista, mientras que Castro presumiblemente quiere que su Partido Comunista mantenga su control sobre el poder. Pero esa partida de ajedrez será disputada más tarde, por sus sucesores.
Para Barack Obama y Raúl Castro, hoy sus intereses son convergentes. Por tanto, podemos predecir que, muy probablemente, la visita será un gran éxito, un legado histórico del que ambos estadistas se sentirán justamente orgullosos.
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