Los costos reales de la energía de EE. UU.

Lea Los costos ocultos de la energía: el chat web de Michael Greenstone.

A medida que las familias estadounidenses toman la carretera este verano, los mayores obstáculos podrían estar en el surtidor.





Pero el pequeño secreto sucio detrás de la política energética de Estados Unidos es que el precio real que pagamos por el gas o la electricidad es mucho mayor de lo que vemos en el surtidor o en nuestras facturas de servicios públicos. Los costos menos obvios de nuestras elecciones energéticas afectan nuestra salud, el medio ambiente y la seguridad nacional.



Los desastres como el derrame de petróleo de Deepwater Horizon, la muerte de 29 mineros de carbón de Virginia Occidental y la crisis en la planta nuclear de Japón son ejemplos destacados. Si bien estas tragedias son vívidas, los costos diarios asociados con el consumo de energía en EE. UU. Son mucho mayores.



¿Qué se puede hacer? Necesitamos un cambio de paradigma en nuestra estrategia energética nacional. Los llamados costos sociales de las fuentes de energía resultantes de emisiones nocivas o decisiones de política exterior, por ejemplo, deben tener un precio para que las empresas y los consumidores tengan información clara al momento de tomar decisiones.



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Considere: las plantas de energía de carbón proporcionan aproximadamente el 45 por ciento de la electricidad de los EE. UU. A un precio aparentemente de ganga: solo 3.2 centavos por kilovatio hora (KWh) de electricidad, o suficiente energía para hacer funcionar su microondas durante una hora.



Pero el costo real de esa energía es, de hecho, un 170 por ciento más alto. Cada KWh de electricidad generada con carbón conlleva 5.6 centavos adicionales de daños a nuestro bienestar. Esto incluye alrededor de 3.4 centavos en impactos adversos a la salud, según un informe reciente de las Academias Nacionales de Ciencias. Los 2,2 centavos restantes, basados ​​en el precio social de los cálculos de carbono del gobierno de EE. UU., Son el resultado de los daños relacionados con el cambio climático.



Estos costos adicionales no aparecen en nuestros presupuestos mensuales. Pero nosotros, el pueblo estadounidense, todavía pagamos. El proyecto de ley se vence en forma de períodos de vida más cortos, aumento de las enfermedades respiratorias, un clima cambiante que amenaza nuestra forma de vida y una política exterior restringida.

La comparación de los costos sociales de formas alternativas de electricidad produce algunos hallazgos sorprendentes. El costo total de la electricidad de una nueva planta de gas natural es de aproximadamente 6,5 centavos por KWh, según un nuevo documento del Proyecto Hamilton. Esto es más del 25 por ciento menos que el costo total de la electricidad generada a partir de las plantas de carbón existentes.



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Además, es sustancialmente más barato que los costos totales de las centrales nucleares de carbón limpio y las tecnologías renovables disponibles.



Dada la disponibilidad de hechos confiables y basados ​​en evidencia sobre los verdaderos costos de la energía, ¿por qué Estados Unidos todavía depende de los combustibles sucios? Es simple: nuestra política energética no penaliza adecuadamente las fuentes de energía que imponen daños más amplios a la sociedad, ni recompensa a las fuentes que no generan estos costos.

Una nueva estrategia energética debería crear un campo de juego nivelado, donde los precios de todas las fuentes de energía reflejen los costos de producción, así como los costos de salud, ambientales o de seguridad nacional resultantes. Una vez que los precios de la energía reflejen sus costos totales, las empresas y los consumidores tendrán la libertad de tomar decisiones mejores y más informadas, y elegir las fuentes de energía que realmente cuesten menos.



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Si bien esto puede aumentar a corto plazo lo que pagamos en el surtidor y los servicios públicos, la recompensa vendrá en forma de vidas más largas y saludables, un medio ambiente mejorado y una mayor seguridad nacional.



Otra ventaja importante de este cambio de paradigma sería el fomento de nuevas fuentes de energía a precios competitivos. La innovación ha sido un sello distintivo estadounidense y puede ser un impulsor clave de una nueva estrategia energética.

Con las señales de mercado adecuadas y los recursos redirigidos en investigación y desarrollo, los avances en el sector energético podrían reducir los costos de las fuentes de energía renovables para que los combustibles limpios puedan ser más competitivos con los combustibles tradicionales. Esto incluso podría conducir a nuevas opciones de combustible que hoy son solo ideas.



Podemos continuar con las políticas que subsidian las fuentes de energía tradicionales, produciendo energía aparentemente barata que presenta una serie de desafíos para los estadounidenses de hoy y de las generaciones futuras. O podemos rediseñar la política energética de EE. UU., Utilizando un enfoque basado en el mercado que calcula el costo real de cada kilovatio hora y permite una competencia real.



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Por supuesto, la respuesta correcta requerirá decisiones políticas difíciles. Pero con los precios de la gasolina aún altos y otras fuentes de energía, como el gas natural, comenzando a competir, existen oportunidades reales para dar un salto hacia un nuevo futuro energético.