Después de un largo período de gobierno autoritario en América Latina en el siglo XX, México durante las últimas dos décadas ha sido descrito como una democracia defectuosa. El país ha logrado desarrollar un sistema político pluralista, realizar elecciones creíbles y efectuar cambios de liderazgo nacional de manera no violenta. Pero el país sigue sufriendo de una mala gobernanza en ámbitos críticos de las políticas públicas, altas tasas de impunidad y corrupción, un estado de derecho débil y protección de las libertades civiles y los derechos humanos, una marginación arraigada de grandes segmentos de la población y una creciente desigualdad, y un bajo nivel de público. confianza en los partidos políticos y en las instituciones y los funcionarios públicos. Estas deficiencias centrales han convergido en la tormenta perfecta de violencia criminal intensa y socialmente debilitante, así como en una respuesta estatal ineficaz y, a menudo, dura.
Estos impulsores de la alienación no han tenido como resultado un anhelo generalizado por el regreso del autoritarismo en México. Sin embargo, como en varias partes del mundo, la insatisfacción con los resultados de la gobernanza produjo un rechazo del establecimiento político existente.
Ingrese el mesías tropical de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). En 2018, él y su partido ganaron resueltamente las elecciones presidenciales y parlamentarias de México, aplastando a varios partidos tradicionales. Durante la campaña y al asumir el cargo, AMLO se ha presentado a sí mismo como un político radicalmente diferente y prometió no solo sacudir el sistema político, sino marcar el comienzo de una reestructuración fundamental del poder político y la gobernabilidad en México. Él llama a sus objetivos de empoderar a la mitad de la población de México que lucha a través del empoderamiento socio-económico y político y eliminar la corrupción la cuarta revolución de México.
Los objetivos de AMLO son dignos. Pero algunos de los medios por los que busca perseguirlos pueden ser peligrosos para la democracia de México. En lugar de ser un salvador del país, podría convertirse en un populista que acumula poder y debilita el estado de derecho y la rendición de cuentas, todo lo contrario de lo que proclama. Quizás el mayor peligro de la presidencia de AMLO radica en impulsar la desinstitucionalización de la gobernabilidad en México, que no es lo que el país necesita. Para que la democracia prospere, México necesita mejores resultados de políticas. Pero también necesita un estado de derecho institucionalizado y que no dependa de los caprichos de los individuos.