La crisis más profunda detrás del derramamiento de sangre en la flotilla de Gaza

El derramamiento de sangre del Día de los Caídos en el Mediterráneo tiene consecuencias fácilmente visibles en la pérdida de vidas inocentes, la ira internacional generalizada contra Israel y la importante crisis en las relaciones entre Israel y Turquía. Sin embargo, la tragedia también plantea importantes desafíos a la diplomacia estadounidense y plantea cuestiones que no pueden ignorarse.





Primero, aunque el asalto israelí no estaba dirigido directamente a un partido árabe —la Flotilla de Gaza Libre, que ondeaba banderas turcas, incluía pasajeros de varias docenas de países, incluidos Estados Unidos y naciones europeas— su ramificación tanto para la opinión pública árabe como para los gobiernos árabes es enorme. En efecto, los árabes y sus gobiernos están siendo avergonzados por el episodio, apodado la masacre de la libertad en sus medios. A los líderes árabes les duele escuchar a los manifestantes árabes desde el Líbano hasta Yemen cantar las alabanzas de Turquía y su primer ministro, ver a los medios regionales hablar de los civiles no árabes que arriesgan sus vidas por la causa palestina y escuchar los informes de un país remoto, Nicaragua, suspendiendo sus lazos con Israel, tal como lo hizo Venezuela después de la guerra de Gaza de 2008. Esto produce un entorno difícil, que ya desdeña los esfuerzos de paz como una distracción para abordar las necesidades urgentes de los habitantes de Gaza, y dificulta la cooperación árabe con la diplomacia de paz estadounidense. La decisión del parlamento kuwaití de recomendar el retiro de la Iniciativa de Paz Árabe hacia Israel y la decisión de Egipto de abrir el cruce de Rafah entre Gaza y Egipto son solo dos de los primeros indicios de la sensibilidad del gobierno a la ira pública. Esto llega en un momento en que el liderazgo palestino se ha vuelto particularmente dependiente del apoyo árabe para legitimar sus movimientos diplomáticos, buscando y recibiendo un voto de la Liga Árabe antes de que acordara comenzar las conversaciones de proximidad mediadas por Estados Unidos con Israel.



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En segundo lugar, si alguien necesitaba más pruebas de que la ausencia de la paz palestino-israelí representa una amenaza para los intereses estadounidenses, la crisis proporcionó más pruebas. La reacción estadounidense fue más silenciosa que cualquier otra en la comunidad internacional, de una manera que se notó no solo en el mundo árabe y Europa, sino especialmente en Turquía. Estados Unidos se siente obligado a defender a Israel del aislamiento internacional y le preocupan las consecuencias de sus esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto. Pero el resultado neto es que se desafía la estrategia global de construir consenso y mostrar deferencia a las normas internacionales, y se pone en peligro el esfuerzo por buscar apoyo internacional para otras políticas estadounidenses, como imponer sanciones a Irán.



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En tercer lugar, la fuerte reacción internacional estuvo relacionada, en primer lugar, con las circunstancias del episodio en sí: el uso de la fuerza por parte de un ejército bien entrenado contra una flotilla de activistas civiles internacionales en aguas internacionales. Sin embargo, la profundidad de la reacción no puede separarse del contexto: el bloqueo de Gaza ha sido rechazado casi universalmente en la comunidad internacional por ser inhumano, y los israelíes que han argumentado que eliminar el bloqueo recompensaría a Hamas han rechazado las solicitudes de todos. otros, incluidos los Estados Unidos. Si bien Gaza no ha sido noticia de primera plana en los Estados Unidos desde el final de la guerra de Gaza en enero de 2009, el tema siguió siendo el centro del escenario, ciertamente en los países árabes y musulmanes, pero también en otros lugares. Es difícil ver cómo se puede abordar la cuestión del ataque a la flotilla sin abordar el bloqueo en sí.



En cuarto lugar, el statu quo sigue siendo insostenible, lo que significa que, en ausencia de éxito diplomático, inevitablemente se producirán crisis imprevistas que, en ocasiones, reorganizarán la baraja política y socavarán los esfuerzos diplomáticos que requieren meses de arduo trabajo. Esta no será la última ni la más desafiante crisis, lo que pone de relieve la urgente necesidad de producir resultados diplomáticos. Existe una creciente incredulidad en la posibilidad de la paz a través de la diplomacia en el Medio Oriente, y cada crisis solo exacerbará esta incredulidad. Por eso, cuando un tema es importante para el interés nacional, no es una buena estrategia diplomática esperar un momento más oportuno, ya que lo más probable es que ese momento no llegue.