¿Quiénes deberían ser el objetivo de la Fase II de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo? Para muchos, la respuesta es Irak. Pero en su celo por completar los asuntos pendientes de la Guerra del Golfo, los defensores de derrocar a Saddam Hussein confunden lo deseable con lo práctico.
Nadie duda de que el mundo estaría mejor sin Saddam. Brutaliza a su propia gente. Ha invadido dos países vecinos. Ha utilizado armas químicas, ha estado a punto de construir una bomba nuclear y ha acumulado armas biológicas.
Pero la cuestión no es si nos gustaría que Saddam se fuera. Es si podemos destituirlo a un costo aceptable. Y ahí está el problema.
A pesar de toda la villanía de Saddam, no hay evidencia convincente que lo vincule con el 11 de septiembre o los ataques con ántrax. Nuestros principales aliados, incluida Gran Bretaña, dicen que sin una pistola humeante, no se unirán a nosotros en la marcha sobre Bagdad. Si bien muchos países árabes favorecen en privado el derrocamiento de Saddam, no apoyarán públicamente un ataque de Estados Unidos por temor a enemistarse con sus ciudadanos.
Hacer una guerra en medio mundo con pocos aliados y acceso limitado a las bases militares locales sería una pesadilla logística y complicaría enormemente una campaña militar que ya es difícil. Los grupos de oposición iraquíes son mucho más débiles que la Alianza del Norte, y el ejército iraquí está mucho mejor equipado y entrenado que los talibanes. Es poco probable que tengamos éxito sin comprometer una gran cantidad de tropas de combate estadounidenses.
Atacar a Irak también fracturaría la coalición internacional que el presidente Bush ha reunido minuciosamente desde el 11 de septiembre. La cooperación de intercambio de inteligencia y aplicación de la ley, tan esencial para ganar la guerra más amplia contra el terrorismo, sería una baja. Finalmente, atacar a Irak podría desencadenar lo que esperamos evitar: el uso de armas químicas o biológicas. Sabiendo que está condenado, Saddam podría decidir llevarnos con él. Eso podría significar ataques contra las tropas estadounidenses en el campo de batalla. También podría significar darles a los terroristas armas biológicas para que las usen en Estados Unidos.
Decidir no bombardear Bagdad no debería significar no hacer nada. Washington debe reunir apoyo internacional para revitalizar la contención de Irak. Eso significa mejores sanciones, el regreso de los inspectores de armas de las Naciones Unidas y un acuerdo para derrocar a Saddam si Irak ataca a sus vecinos o si hay evidencia que lo vincula con un ataque terrorista.
¿Por qué nuestros aliados deberían estar de acuerdo con tal estrategia? Porque si se niegan, dejarán a la administración Bush sin más remedio que ir a la guerra.